Crónicas y poemas
- Betina Bensignor
- 28 dic 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 19 dic 2024
Escucho caer la lluvia (Cortazariana)
Acabo de sacarme el día
Lo tenía adherido al cuerpo
Me saqué el aire de mi estudio
las horas de trabajo
Me sacudí el esmog de la avenida
el viaje en colectivos y ascensores
Estoy por acostarme
y escucho caer la lluvia
No hay melodía más exacta
que este mar de nubes
devenido en gotas
cinceladas contra el vidrio
Las escucho caer
una a una
como un collar
que se desgrana contra el suelo
Me deslizo entre las sábanas
Inicio un nuevo viaje
sin el cansancio de las horas
Dormir es despertar
a otro paisaje
que me habita
con esa melodía
tan exacta
que no distingo
de qué lado del sueño está lloviendo.
Avisos clasificados
1.
Canjeo diez palabras repetidas
por una nueva.
O por dos olvidadas.
2.
Dueño alquila destino.
3.
Vendo nubes blancas, rosadas y anaranjadas.
Ideales para compartir atardeceres.
4.
Se venden velas
para escuchar plegarias
deseos y orgasmos.
5.
Vendo reloj de arena
con tiempo reversible.
6.
Canjeo cien litros de miedo
por tres gotas de osadía.
7.
Vendo tornillos sin vueltas.
8.
Vendo sombras diurnas a $100.
Oferta: sombras nocturnas a $20.
9.
Se venden platos a prueba de sustos, resbalones y Parkinson.
10.
Canjeo cien años de certezas
por un momento de misterio.
11.
Ajusto corazones
con problemas de ritmo.
Último poema a Julio
Lamento, lo siento.
Pero es así.
Te fuiste. Me fui
vos a tu nieve en París
yo a mi palmera tropical
tu Sena y mi Cid campeador
A veces los caminos se bifurcan.
sin pensar, sin decidir.
A veces simplemente sucede.
Y no es olvidar, no es negar
que fue hermoso.
A veces las valijas viajan
a horizontes diferentes
y el impulso se va donde ellas.
Yo sigo viendo horneros
y sonrío y agradezco
las palabras las caricias
las noches extenuadas
las tardes de domingo.
Lo que quedó de Zeus (crónica)
Bien en lo alto y más allá del horizonte espío, como una voyeur, un cúmulo de nubes formando un atrio como un Olimpo clásico y contemporáneo.
No es miedo, es perplejidad ante el despliegue de esa fuerza mítica, es presenciar a Zeus esparciendo rayos a mansalva. Casi puedo entrever el ruedo de su túnica, sus sandalias.
Estoy a varios kilómetros, supongo, contenida dentro del avión, pero no a salvo de la sobredimensión de la que soy testigo: el blancor de una actividad casi volcánica que se despliega como un secreto a voces. Ellos, los dioses, decidiendo el destino de los mortales, y nosotros, perdiendo las coordenadas, sin entender en qué punto de la historia estamos volando.
Quiero que el tiempo no pase, quiero espiar un poco más cómo es que la vida de los dioses quedó para siempre grabada en nuestra amnesia.
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